De forma un poco inesperada, acabé comprando el «Nine Lives» de Robert Plant, esta cruel broma de la mercadotecnia cuesta nada menos que 76,90€, que soltados así a bote pronto duelen bastante y dejan mi economía tocada durante un tiempo. Luego siempre puedo hacer cábalas sobre el valor intrínseco del paquete, es decir, son 9 CD, 1 DVD y 1 libro, si hacemos 76,90÷11=6,99 pues tampoco parece para tanto, un CD por 7€ no es un dispendio, hay que consolarse con algo. Luego el producto per se es de buena calidad, cuidado diseño y embalaje, todo remasterizado, muchos extras, videoclips, fotos, en fin, voy a acabar pensando que pagué poco por ello.
Los 9 CD corresponden a la carrera en solitario de Robert Plant tras bajarse del dirigible, una carrera heterogénea y errática que hasta hace unos pocos años carecía totalmente de valor, es duro decir eso de Plant, pero su época ochentera es insoportable. Su intención de destacar en solitario y escapar de la sombra de Led Zeppelin sería fútil durante muchos años, desde 1980 hasta 1993 se negó a tocar nada de su catálogo anterior (salvo contadísimas excepciones), quizá fue el tiempo que necesitó para asimilar y entender su propio legado musical. En la gira de 1993 empezó a añadir tímidamente algunas canciones de Led Zep, y luego en 1994 volvió junto con Jimmy Page a explorar su anterior y ya legendaria obra musical en el imprescindible «No Quarter», desde entonces su carrera se ha vuelto a centrar en el rock y no ha dejado de mejorar.
En 1982, dos años después de la muerte de John Bonham y la consiguiente desaparición de Led Zeppelin, Robert Plant sacaba a la luz su primer disco en solitario «Pictures at Eleven», un disco muy difícil de digerir tras Led Zeppelin, música ligera y claramente pop sin ningún virtuosismo y con un Plant especialmente soso.
Un año después volvería con «The Principle of Moments» otro insufrible disco pop, aún más lastrado por la mediocridad que el anterior por el uso y abuso de instrumentos y efectos sintéticos, y unas composiciones propias de un adolescente con acné («In the Mood» tiene una letra que da vergüenza ajena, por no hablar del videoclip). A pesar de eso contiene una de las dos únicas piezas que salvo de su etapa cutre, «Big Log», una canción con una guitarra hipnótica y una letra enigmática, pero a la vez contaminada por los ochenta con esos “aplausos” en conserva.
El siguiente año, 1984, vería un paréntesis inesperado en su carrera con la aparición de «The Honeydrippers: Volume One», un disco homenaje de versiones a sus canciones preferidas de los 50, si alguien pensaba que esto le pondría en buen camino de nuevo, se equivocaba.
«Shaken ’n’ Stirred», publicado en 1985, es tan insoportablemente casposo, ochentero y malo, que incluso peligró su distribución y Plant tuvo que recurrir a Ahmet Ertegün (amigo y pez gordo de la industria musical) para que interviniera en su favor y sacase adelante un disco que nadie quería (y con razón). Tiene además el dudoso mérito de tener el artwork más feo de toda su carrera. Robert Plant tocando fondo.
Habría que esperar hasta 1988 para que publicase «Now and Zen», otro arrebato pop sin ningún valor, salvo el de recuperarse ligeramente del disco anterior. Cambia también de músicos y productores, gracias al cielo, y empieza a recurrir algo menos a las cosas sintéticas y enlatadas. Este disco contiene la segunda y última pieza de su época basura que me interesa, «Ship of Fools», donde se entrevé lo que un día fue Plant.
El proceso de purificación sigue lentamente su camino, entra en la siguiente década publicando en 1990 «Manic Nirvana», una vez más un disco insípido, artificial y de estribillos pegajosos, pero también de guitarras más contundentes, definitivamente menos pop y mejor que los anteriores, aunque con el desagradable regusto de los 80 aún presente.
La redención musical le llegó a Robert Plant con la publicación de su primer disco de calidad desde hacía 14 años, «Fate of Nations» en 1993, un álbum sólido, maduro y coherente. La vuelta al rock después de un largo desencuentro. Olvidados los efectos y trampas electrónicos, Plant compone un disco interesante de influencias variadas, percusiones y guitarras acústicas complementan al lado eléctrico y a su voz, que vuelve a querer gritar una vez más.
Tras un alto de unos años en su carrera en solitario para volver al lado de Jimmy Page, en 2002 forma equipo con una nueva banda (futuros Strange Sensation) y publica «Dreamland», un álbum de versiones (y 2 originales) de algunas de sus canciones preferidas, un disco puramente rock. Un Robert Plant especialmente relajado y contento de lo que hace nos invita a disfrutar de un gran disco.
Su último disco, «Mighty Rearranger», publicado en 2005, es la culminación (hasta el momento) de su ya larga carrera en solitario, y sin duda el mejor que ha grabado. Es potente, variado, complejo y sutil. Rodeado de excelentes músicos, una vez más ha conseguido hacer surgir la magia de su pluma y de su voz. Espero impacientemente el siguiente.
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