Dos meses sin Internet y dos meses alejado del mundo informático, uno podría pensar que se echa de menos, pero no, incluso en momentos de aburrimiento extremo, el portátil era la última opción. Una vez más digo eso de que a todo se acostumbra uno, y la verdad es que sienta bien estar al margen durante un tiempo, ver otras cosas y otras culturas —próximas y a la vez lejanas— y ganar cierto grado de perspectiva.
Ahora vuelvo a la “rutina” (si se le puede llamar así) del día a día en España.
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